Por su tamaño, menos de 5 milímetros, es decir, la mitad de un centímetro, algunos pasan inadvertidos al ojo humano, pero forman parte de una problemática mundial de la que todavía se estudian sus consecuencias en el ambiente y en la salud de la población. Los microplásticos están presentes en mares, lagos y lagunas, también en agua de red, en los hielos de la Antártida, en montañas famosas como el Everest, en los suelos y también en el cuerpo humano, según lo confirman investigaciones realizadas en los últimos años.
Un equipo del área de Química Ambiental del Instituto de Ciencias (ICI) de la UNGS se centra en estudiar cómo se da el proceso de fragmentación de los plásticos que son utilizados en los cultivos hortícolas. Al saber cómo se fragmentan, es decir, cómo se rompen, y al analizar cuál es velocidad de este proceso, se pueden realizar mejores estimaciones sobre la cantidad de plásticos que hay en los suelos y hacer énfasis en la necesidad de eliminarlos.
“Encontramos que la masa de plástico que había en 2015 y 2022 es más o menos parecida, pero aumentó notablemente la cantidad de fragmentos de plástico por metro cuadrado. Entonces, se puede decir que el mismo plástico que se fragmenta, se hace cada vez más chiquito”, explica Giselle Berenstein, investigadora y docente de la UNGS y directora del proyecto “Identificación y cuantificación de macro, meso y micro plásticos en suelos de huertas hortícolas y lagunas de la provincia de Buenos Aires”.
Según los resultados, el equipo sostiene que “el suelo actúa como un triturador de plástico ambiental natural». “Nuestra teoría es que el suelo está húmedo y se seca, entonces, en ese proceso en el que se humedece y se seca, el plástico se contrae y se expande, y esto ejerce de alguna manera una presión sobre plásticos que están enterrados”, afirma Berenstein, investigadora asistente del Conicet.
“Hay que pensar el problema en términos dinámicos”, dice el químico Javier Montserrat, investigador y docente de la UNGS y codirector de la investigación. “Lo que está en marcha es un proceso de fragmentación que continúa todo el tiempo. Por más que la fracción de micro y nano plásticos en masa sea muy pequeña, el proceso es como una licuadora o una trituradora que funciona todo el tiempo. Entonces, mientras tengamos pedazos grandes de plásticos en los suelos estos se van a convertir en fragmentos chiquitos”, advierte el director del Grupo de Química de Contaminantes Orgánicos del área de Química Ambiental del ICI e investigador independiente del Conicet.
El trabajo de campo lo realizaron en dos huertas de Moreno de las que tenían información –por investigaciones previas- para poder comparar el tamaño y la cantidad de plásticos presente en ese momento y en la actualidad. Un dato importante a destacar es que desde que fueron tomadas las muestras en 2015 no hubo nuevas plantaciones en esos suelos.
El plástico que más encontraron en los suelos fue el polietileno negro, utilizado principalmente como recubrimientos de lomo en los cultivos de frutillas y de tomates, entre otros. Esta técnica ayuda a controlar la humedad y la temperatura del suelo y que además evita –sobre ese lomo cubierto con film- el crecimiento de otras plantas. Exposición aérea, agua de riego y los mismos plásticos que se utilizan en la horticultura –mangueras, botellas contenedoras de plaguicidas, plásticos de invernaderos– son otras posibles fuentes de contaminación de los suelos.
“Se ha revelado que la contaminación del suelo con plásticos es entre 4 y 23 veces mayor que la del agua”, enfatiza Berenstein. Sin embargo, la investigadora cuenta que la mayoría de las investigaciones sobre microplásticos están relacionadas con mares y cuerpos de agua dulce debido, principalmente, a una cuestión metodológica: “Es muy laborioso extraer en el laboratorio estos microplásticos del suelo, mientras que en el agua la matriz es un poco más limpia y más sencillo de hacer”.
“Al menos en la zona de huertas de Moreno encontramos que en la superficie del suelo hay un equivalente al 10 por ciento de la superficie en pedacitos de plástico, es decir, que por hectárea de suelo hortícola hay 0.1 hectárea de pedacitos de plástico incorporado al suelo”, dice Montserrat en relación a datos obtenidos en 2019.
Montserrat señala que se probó en estudios de laboratorio que los microplásticos presentes en el suelo de la producción hortícola pueden migrar al cultivo vegetal. “Si haces crecer una planta de arvejas en un suelo que tiene microplásticos, la planta de arvejas incorpora ese microplástico en su estructura y después lo puede mandar al fruto con lo cual aparece claramente un mecanismo de incorporación de alimentos”, explica Montserrat y agrega que todavía este estudio no se realizó en condiciones reales de campo.
Nuevo equipamiento y el futuro
Junto a Montserrat y Berenstein, que dirigen el proyecto, el equipo está conformado por Silvana Basack y Belén Ponce, investigadoras y docentes del ICI, Paulina Córdoba y Yamila Diaz, estudiantes del doctorado en Ciencia y Tecnología de la UNGS, y por Nicolás González, estudiante de licenciatura en Ecología de la UNGS y adscripto en investigación.
“Este proyecto está consolidado y es parte de una nueva dirección que le damos a nuestro grupo de investigación, que tiene como intención pensar el problema de los materiales poliméricos en el ambiente”, señala Montserrat y enumeras las líneas de trabajo en curso: los problemas de la presencia de microplásticos en los suelos de cultivos, en el Río Reconquista y también en entornos urbanos, como el cordón y las veredas.
Desde marzo del 2024, el equipo contará, además, con un Sistema de cromatografía gaseosa con detector de masas acoplado a un analizador termogravimétrico (TGA-IR-GC-MS) y pirolizador, equipamiento financiado en el marco del Programa Federal Equipar Ciencia II. Este programa, lanzado en 2021 y hoy inactivo, buscaba fortalecer las capacidades de las instituciones del Sistema Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación por medio de la adquisición de equipamiento de mediano y gran porte. “Este instrumento que nos va a permitir medir con mayor precisión la cantidad de plástico en el suelo. Sobre todo en los suelos que tienen micro y nano plásticos que son los que nos preocupan más porque son los tamaños de partículas que pueden empezar a atravesar barreras celulares”, expresa Montserrat.
Plásticos fragmentados a través del microscopio
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